jueves, 29 de noviembre de 2012

AMINA Y SU TORRE

torre de la mora


Para conocer esta torre hay que adentrase por las callejuelas de la ciudad monumental y el único sitio que se puede contemplar es desde la calle cornudilla donde podemos ver también la torre redonda que realmente es poligonal pero que es como la torre de Espantaperros en  Badajoz o como la torre de oro en Sevilla. Pero lo que nos ocupa hoy es la leyenda de la torre de la mora.



           
torre redonda




Esta antigua leyenda versa sobre otra de las torres que fortificaron la villa de Caceres, en época andalusí. En su época más esplendorosa llego haber hasta 26 torres, aunque no todas tienen su leyenda.

Eran los tiempos de la reconquista  y la guerra se prolonga ya más de cuatrocientos años con suerte alterna. Por aquellos tiempos al mando del Alcázar de la villa y de las tierras de alrededores estaba un guerrero musulmán  joven, alto y esbelto, de larga barba negra, ojos llameantes y rostro noble; que por merito de sus andanzas, terror de la frontera de Andalucía , el mismísimo califa le había otorgado tal honor; su nombre Mansur.

Su vivir discurría  entre el gobierno de la villa, de brazo ejecutor en traidores y criminales, pero justo e insobornable en las decisiones al juzgar; sus deberes religiosos y la guerra santa.

En una tregua entre guerra, en el atardecer de un dia de verano, la avanzadilla situada a orillas del Salor, envía un mensajero a Caceres para anunciar la llegada próxima de una embajada del califa. Tras una corta espera, los vigías situados en las torres divisan la multicolor comitiva acercándose a la villa, de inmediato es avisado Mansur, que desde una de las torres observa que junto a los guerreros islámicos que la protegen marchan de escolta cien lanzas leonesas y castellanas, con sus escuderos precediendo a los caballeros, dando escolta, protección y guardia de honor a la embajada  Abrieron se entonces las puertas de la ciudad, y al galope montando su alazán y seguido de su guardia personal, sale al encuentro Mansur. Allí es recibido por el embajador del califa cordobés y camarada de armas, Abu- Malek, que tras los respectivos saludos le expresa que: 


" Por orden personal del califa y como reconocimiento a tus honores, te ofrece matrimonio a una joven princesa Omeya de su linaje, de nombre Amina, y te ordena reanudar la guerra santa el próximo otoño"

Aquella noche, Caceres ardió en fiesta por la futura boda de su señor, para agasajar la embajada del califa y homenaje a los caballeros cristianos que al enterarse del motivo de la comitiva la había escoltado como símbolo de su higaldia.

Y la boda se celebro, entre fiesta, justas y danzas populares, que entretuvieron a toda la población  La princesa que hasta aquel momento había permanecido oculta tras un velo, según la costumbre islámica  dejo ver Amina sus ojos negros, su encantadora sonrisa y la perfección y blancura de su cuerpo de diecisiete años, ante el ahora dueño de su corazón  que maravillado por su dulzura y belleza, cayo preso de amor. Y felices pasaban los dias para la joven y enamorada pareja.

Pronto la princesa recibió homenajes de damas, de esposas de los guerreros, de las mujeres del harén  esclavas cristianas que las libero de su cautiverio y las invito a convivir con ella; y de residentes de la villa en general. Culta y amable, todos rivalizaron en amarla y en servirla, y el propio Mansur era el primero de sus servidores.


Y la guerra se reanudo, defendiendo el uno lo conquistado por le otro, queriendo reconquistar el despojado lo perdido. Mansur como ordeno el califa, una mañana de otoño, tuvo que partir hacia guerra santa dejando un mínimo de defensores para la custodia de la villa y de su adorada princesa. Amina, desde la torre albarrana mas avanzada de la muralla vio alejarse junto a sus tropas a su enamorado Mansur, prometiéndole esperarle hasta su llegada, mientras sus lagrimas recorrían sus mejillas rosadas.

Desde la partida de Mansur, cada atardecer, una sombra blanca se recortaba entre las almenas de la torre albarrana, ojeando el horizonte. Cada polvareda o movimiento en la lejanía bastaba para acelerar el corazón de la joven enamorada. Y la torre avanzada, la mas peligrosa entre todas, " torre de la mora" fue llamada. Y con cariño fue respetada por los mozarabes, judíos y por el propio enemigo, que de vez en cuando, un guerrero de otra torre caía atravesado por sus saetas, pero jamas ataque alguno en la de la mora se registrara. Dias y meses pasaban. Y una noche, cuando en la torre se hallaba diviso un incendio sobre la sierra de la mosca, temiendo una desgracia hizo ensillar su blanca yegua y rauda, apenas pudo seguirla una reducida guardia, llego presta al lugar de las llamas. Era una pastoria y una cabaña de mozarabes pastores la que estaba ardiendo. Sin demora, la joven Amina entro en la cabaña guiada por sollozos infantiles, sin babuchas pues entre la maleza perdiera, llego hasta donde dos niños lloraban ante el cadáver de su madre, a la que una viga desprendida alcanzara. Tomándolos entre sus brazos, pudo salir de la cabaña, ardiendo la leve seda de su alquicel. Toda la gente que acudió  vio el arrojo y la valentía de la princesa, pero enmudecieron al ver con espanto como los pies de la joven ensangrentados y abrasados por atroces quemaduras, no le producía dolor alguno. Preguntada al curarle, afirmo que carecía de sensibilidad alguna. Maravillados todos, agradecieron el acto de valor y calidad humana de sacrificio por los humildes, de la joven mora.

Pocos dias después  llegaba Mansur, entre tristeza por la muerte de varios de sus guerreros en la ultima batalla por tierras de la comarca y por orden recibida de replegarse y organizar la defensa de la villa. Su llegada inesperadas sorprendió a Amina en una dependencia que se hizo adecuar en la torre, donde vivían permanentemente desde la noche del incendio, pues no podía caminar y las heridas indoloras no cicatrizaban.

Enterado Mansur, mando llamar al medico de su expedición  que no encontró explicación  ni cura a las heridas producidas. Durante varios dias intento todo tipo de pociones y tratamientos sin efecto alguno, las heridas empeoraban. Con blanca bandera mando un mensajero a Córdoba y el califa le correspondió enviándoles sus dos mejores médicos para tratar a la princesa que con premura se moría. Una vez reconocida y estudiada el cruel diagnostico no pudieron ocultar. Amina versada en la historia de sus antepasados y viendo los rostros pesadumbre de los presente, exclamo: " Estaba escrito. es la maldición de los Omeyas. " Y discreta, pero con una dulce sonrisa en su cara se hizo llevar a la cámara de la torre.


Los doctores informaron a Mansur de la naturaleza de tal mal, de su imposibilidad de curacion, y de las drásticas medidas a tomar. Era la lepra lo que la princesa tenia, espanto y terror de los hombres de aquel tiempo. Nadie habría de saberlo y el contagio se habría de evitar. La muerte acechaba a las puertas.


En la torre, Amina moribunda le confeso, que un Omeya antepasado suyo una noche, en una incursión contra los judíos a orilla de Jordán  ataco un poblado con centenares de miserables chozas rodeadas por un circulo de piedras. En su afán de muerte y pillaje, cargo contra ella, la sangre corrió por doquier y mezclándose con la suya, pues herido también fuera. Mas tarde sabría de su horrible torpeza, había atacado a la población leprosa de Palestina. Años mas tarde la lepra acabo con el y desde entonces la conocida como la " maldición de los Omeyas" afecta algún descendiente por generaciones esporádicas.


Consciente de su agonía y temor pidió a su enamorado que fuera abandonada en algún lugar remoto hasta que la muerte le llegara, a lo que Mansur llorando no accedió  y mando que sus damas de compañía la vistieran con las galas nupciales, que cinco años atrás la princesa había llevado. Y el mismo se vistió con sus mejores galas, se acicalo y perfumase la barba. Y así con todo el esplendor de las telas de oriente, se despidieron cariñosamente de todos, dando una ultima orden a segundo en el mando: " Tan pronto salgas de la torre, toma el mando absoluto de la fortaleza, ordena a los alarifes que tapien todas las puertas y ventanas de la torre, de manera que no pueda entrar ni aire ni luz alguna. Defiende el Alcázar y las tierras que nos son encomendadas. Con la vida responde ante el califa del cumplimiento de esta orden."

Y al tapiar el ultimo hueco de la muralla de la granítica torre octogonal, la multitud allí congregada oyó recia pero enamorada de Mansur que exclamaba:
" Ahora amada mía  crucemos juntos a la otra orilla de nuestro amor." Después el silencio se hizo presente.

Decenas de años mas tarde, al tomar el alcázar y las torres de Caceres las tropas de Alfonso IX, observo que sobre la torre albarrana mas avanzada no ondeaba el estandarte real, al preguntar el porque, fue respondido; " que la torre hallabase murada y no fue posible entrar."

Ordeno inmediatamente abrirla, encontrándose en la cámara principal sobre una cama nupcial, los cuerpos de una pareja de amantes estrechamente confundidos en un abrazo y con sus rostros a pesar del tiempo reflejaban una sonrisa de esperanza. Unos viejos pergaminos allí encontrados daban firme testimonio de quienes eran y de cual era su historia

Tras el testimonio dado, mando el rey cristiano los cuerpos respetar y para siempre la cámara sellar para que los amantes descanse solos para la eternidad.
Así la leyenda comenzaba..... y con el paso de los tiempos, los juglares y trovadores a través de sus estrofas recitaron y cantaron tan incondicional y puro amor, un amor que ni la muerte en la " torre de la mora" pudo olvidar



Escrito por : Alfonso Soler

Fotos: Alfonso Soler

agradecimiento de mi gran amigo Jesús  Sierra por que sin el esta historia nunca la hubiese escrito

quiero dedicar esta historia a mi tío Miguel,  que desde la ciudad de Barcelona sigue este humilde blogger y le hace volver en el pensamiento a su Caceres del alma.


















  





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