martes, 28 de abril de 2015

ISABEL GOMEZ " LA FOLICA"








                                                                            




 En este pasaje nos desplazamos al año de 1809, la población en la villa rondaba entre siete  u ocho mil habitantes, y las últimas casas se encontraban en la plaza de Santa Clara y en la calle barrio nuevo y la calle moros hoy general Margallo, y hacia el sur al comienzo del paseo de Cánovas.
La situación era de nerviosismo, los franceses se han apoderado de la villa de Cáceres al mando del general Víctor  Perrin, el primer general napoleónico que piso el suelo de Cáceres.
Su única exigencia que Víctor hizo fue que se le facilitase vino para la tropa, y como las bodegas de la población estaban agotadas fue necesario enviar  a por él vino  a las viñas de la Mata y de la Jara                                     
                                                              
                                                                      
mariscal Victor Perrin

Muchos cientos de arrobas se trajeron a Cáceres, y muchas se consumieron durante el trayecto, hasta darse el caso de contarse más de mil franceses tendidos de acá y allá por el camino, en completo estado de embriaguez,   
En los cuales algunos vecinos de la villa aprovecharon su sed de venganza para acabar con la vida de varios soldados.
Esto hubiera dado motivo de sangrientas represalia por parte de los soldados franceses, a no haber tenido los vecinos de la villa la precaución de arrojar los cuerpos sin vida a las pedreras o esconderlos entre los matorrales cercanos al camino.   
                                                     

                                                   

            

                                                          

 Durante los once o doce días que tantos miles de hombres permanecieron en nuestra villa, el vecindario vivió incómodo y cohibido.

Víctor se alojó en la casa de los Golfines.
    
                                      
palacio de los golfines ( foto alfonso soler )

Los demás generales fueron huéspedes de la aristocracia y  caballeros de
la población. En cada casa se aposentaban de dos a tres soldados, por lo menos; La caballería hizo cuadra en los soportales de la plaza mayor, y la artillería  acuarteló en el convento de San Francisco y sus cercanías. Tabernas y lenocinios Se convirtieron en verdaderos hormigueros humanos; las mujeres tenían que recatarse  de la soldadesca y permanecer poco menos que escondidas porque aquello era un desacato.




                                          
                                            
                  

Lucía entonces su gracia y discreción y  la viveza en la forma de hablar y moverse en  las calles cacereñas, Isabel Gómez una muchacha esbelta y bonita, alegre y coqueta , que vendía sus encantos personales a buen precio, si bien no a todo el mundo, y que a la sazón era cortejada por José Quiñones y Cabrera, marqués de Lorenzana, casado en primera nupcias con Vicenta Aponte y Ovando, hija de los quintos marqueses de Torreorgaz , en la iglesia de San Mateo el 29 - 3- 1780  y falleciendo en el año 1805. Residente temporalmente en nuestra villa, fue acogido por su cuñado el  marqués de torreorgaz, ya que su palacio había  sido medio destruido por las tropas Francesas.

  En el tiempo que estuvo en la villa se encaprichó de la bella Isabel que asiduamente acudía  a la  casa de ella. Pronto descubrieron y apreciaron esta joya los franchutes, entre los que la presencia de la chica causaba una verdadera revolución A su paso generaba, aplausos, taconeos y toda clase de improperios que ella no entendía, pero adivinaba el sentido de aquellas explosiones de entusiasmo. Y  respondía a ellas con su ligereza y desenvoltura habituales, dejándolos de piedra  a  los gabachos.
Ignoraban estos su nombre, mas en la necesidad de dar alguno a aquella tentación de sus sentidos hicieron un batiburrillo lingüístico y,  dando a una  Palabra francesa terminación española, la apodaron la Folica, que valía Tanto como ´´ loquilla´´, apodo que cuadraba admirablemente al modo de ser de la joven de vida fácil  cacereña.
Vivía ella en una casa de la cuesta de Aldana, sitio que por la mañana estaba lleno  de sus damas de compañía cosiendo en el umbral de la puerta, que al verlo parecían gallinas  cluecas al verlas todas sentada, pero al caer el sol la calle cobraba vida . Pronto averiguaron los invasores en donde tenía

                                             
casa de Isabel Gomez ( foto, alfonso soler)


Cierta noche el marqués, que como de costumbre había acudido a casa de su manceba, estaba con ella hablando de amores, 

                                     
                                      


Cuando interrumpió su grato coloquio un estrepitoso ruido como de puertas que se derrumbaban. Y en efecto, dos sargentos y un cabo de tambores, a quienes  la Lagarta, dama de compañía de La Folica,  había negado la entrada desmandada  por las buenas, derribaron a coces la desvencijada puerta y se presentaron, medio  ebrios de vino y de lujuria, a la sorprendida pareja.

                                               
  


No le dio tiempo al marqués de defenderse del ataque repentino de los gabachos y atándole en una silla tuvo que ver toda la escena que allí tuvo lugar, los intrusos abusaron brutalmente de la joven Isabel, se turnaron a su presencia en la Posesión de la codiciada belleza de la joven. Y para mayor ofensa al honor de Isabel uno de ellos le corto la coleta al marqués, y se la ofreció a la violada para que se hiciera un  moño con ella. Todavía sufrió el marqués otra tortura no menos sensible que las apuntaladas, y fue el ver con cuanta facilidad, desde que el primero de aquellos sátiros Endemoniados se hizo dueño de la joven, ésta trocó la resistencia en llaneza y la compunción de los  primeros instantes en gesto alegre y placentero, llegando hasta a hacer coro a los soldadotes en las groseras chanzonetas que con él se permitieron.

Dejándole  salir por fin, y el ultrajado aristócrata partió de aquella mansión que los hijos del Sena habían trocado en un instante en antro infernal y desapacible, sin saber por dónde marchaba, ciego, colérico, congestionado, mientras su tornadiza amiga invitaba a los tres hijos de Marte, sin remilgos y con zalamerías, a cenar con ella a la siguiente noche, cita a la que ellos prometieron acudir y acudieron.
¿Pero qué cuenta dieron de sus personas en la crapulosa orgía?

Al tercer día de tener lugar aquellos hechos, la bella Isabel pedía permiso en la portería del palacio en que moraba su enojado dueño para verle.
                                    

palacio de torreorgaz, hoy parador nacional
                                               



                                                      
Éste, a quien habían tenido que sangrar en la noche misma de la ocurrencia y que merced a este tópico se hallaba mejorado, dudó si recibir o no a la que juzgaba, no sin motivo, falsa y traidora. Pero traidora y todo, le tenía sorbido el seso con sus hechizos, y ordenó que la dejasen pasar.
La Folica llevaba en una mano un pañuelo cogido por las cuatro puntas, que contenía algo, aunque no de gran volumen. Al presentarse en la alcoba se contentó  con saludar al marqués, poseída de visible timidez.
-¡Tu por aquí! – exclamó el enfermo con extrañeza y hasta indignación.
- Yo, señor, que vengo a enterarme de la salud de usía.
-Sí, de la salud perdida, en parte, por tu causa.
-Cierto, pero… ¿qué quería v.s. que hubiera hecho? Una débil mujer…. Y ellos tres  hombrones desaforados…. Forzoso me fue ponerles cara alegre si quería salir sana del aprieto y preparar el terreno para vengarme de ellos y vengar a V.S.
-¿A mí?
Justo. ¿No recibió V.S. más agravio que yo, si cabe? ¿No le cortaron la coleta?
-¡oh! Calla, Isabel. Calla, por Dios.
- Pues bien, ellos raparon a V.S. Y yo los he desbigotado. –Y entreabriendo el  pañuelo le mostraba el fondo.
-No entiendo, - repuso el marqués, incorporándose un poco y alargando la cabeza.
Los bigotes de los tres…. Se los he cortado a cambio de la coleta de usía, -añadió 
Con fruición la joven.
-¡Tu!.... ¿Y cómo? – Dándoles de cenar…. Ofreciéndoles vino, ¡mucho vino! Hasta emborracharlos…. Cortándoles los mostachos…. Y luego arrojando a los tres al pozo.

                                                  

                                                      

                                                     
                                              

-¡Los has matado!
-Supongo que habrán muerto, pero fresquitos. Después de todo les hice un favor 
¡Se habían enardecido tanto!
El marqués le alargo la mano, que la chica besó, y apreció en el alma el heroísmo de  su manceba, que volvió a su gracia con tan extraordinario merecimiento.
Al amanecer del día siguiente al de esta reconciliación, o sea el 14 de junio, en vez del toque de diana, resonó por todas partes el toque de  partida, observándose en el ejercito atropellado el preparativo de la marcha, y cruzando la villa a galope y transmitiendo a los jefes de los cuerpos las órdenes de Víctor; los clarines y tambores repitiendo por doquier a aquellas notas y redobles precursores de la jornada; el relincho de los trotones; el chocar de las armas… todo contribuía a producir un ruido incompatible con el sueño, que huyó antes de tiempo de los párpados de los vecinos. A las dos horas el ejército francés abandono la villa.

                                                         

  
                                          

                                                                          

FIN

ESCRITO POR: ALFONSO SOLER                                                                                                                    


Fuente consultada: recuerdos cacereños de Publio hurtado                                                                                  

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